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Sábado, 09 de noviembre de 2024
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Maduro

Profesionales venezolanos se dedican a la venta informal para vencer el hambre

Profesionales venezolanos se dedican a la venta informal para vencer el hambre
Esto ocurre en San Cristóbal y en todas las poblaciones fronterizas con Colombia, ciudadanos de clase media, en su mayoría profesionales universitarios, ahora se consideran propietarios, “jefes y empleados a la vez”

En San Cristóbal, capital del fronterizo estado Táchira, proliferan los puestos de ventas de víveres en calles y principales avenidas

Ahora forman parte del paisaje urbano las decenas de puntos donde se exhiben para la venta productos de la cesta básica, la mayoría de ellos fabricados en Colombia, vendidos en pesos, dólares y bolívares, pero fuera de los supermercados o comercio formal, son productos a los que no se les sube el precio diariamente.

Esto ocurre en San Cristóbal y en todas las poblaciones fronterizas conColombia, ciudadanos de clase media, en su mayoría profesionales universitarios, ahora se consideran propietarios, “jefes y empleados a la vez” de un “tarantín” callejero de víveres en general.

Ubicados en esquinas de concurridas intersecciones y paradas de transporte público, estos venezolanos se las ingenian día a día para vencer el hambre, quienes decidieron seguir en el país ocupan tímidamente, con estantes improvisados, las aceras de la ciudad capital del Táchira y poblaciones contiguas.

Yorley Jaimes, de 36 años de edad, licenciada en educación física, deporte y recreación tuvo que tomar la dolorosa decisión de retirarse del ejercicio docente en marzo del año 2018; ¿su motivo?, el dinero que ganaba al formar parte de la nómina del Ministerio de Educación no le alcanzaba para cubrir gastos sencillos del hogar.

“Trabajé lo que pude, luché lo más que pude en mi aula, pero cuando me di cuenta que no me alcanzaba para nada tomé la decisión de renunciar a la docencia. Recuerdo que mi niño menor se enfermó, mi esposo estaba de viaje y me mandaron a hacer una hematología, el Ministerio me había pagado la quincena y no me alcanzó para hacerle la hematología al niño, tenía que hacer algo, irme del país no quería”, comentó Yorley Jaimes.

Tras un periodo de reflexión, Jaimes decidió quedarse en Venezuela y buscar nuevas formas de sustento, abandonó su carrera docente e invirtió dinero en 6 cajas de refresco de marca colombiana, para ello aprovechó una remesa que le enviaron sus padres desde Chile.

Junto a su esposo, comenzaron la venta de productos en los semáforos de la avenida España de la ciudad de San Cristóbal, posteriormente, al hacerse de clientes, decidieron ocupar una parada de transporte público y ampliaron el inventario, ahora ofrece por kilos, alimentos para mascotas, productos de aseo personal, lavaplatos, jabón en polvo, dulces y otras mercancías que para el venezolano es imposible comprar dentro del esquema de mercado del comercio formal.

“Extraño mi antiguo trabajo, extraño el aula, pero tenía que buscar alternativas para subsistir, ahora tengo una clientela, incluso traigo medicamentos a quienes no pueden ir a Colombia”, dijo.

Al igual que Yorley Jaimes, José Vicente Quiroz Castro es otra de las personas que ha sido marcada por la sostenida crisis económica de Venezuela, la necesidad le obligó a montar un punto de venta en plena calle de su área residencial.

José Quiroz ofrece para la venta aceite, harina, crema dental, jabón de baño, papel higiénico, dulces y refrescos, todos estos productos son de origen colombiano.

“Tengo clientela porque mantengo los precios, con lo que hago veo rentabilidad, en Táchira se mueve más el peso colombiano, me siento bien con este trabajo, soy empleado y patrón a la vez”, expresó Quiroz.

En su negocio todos los precios los expresa en pesos, aunque también recibe bolívares. Los costos de los productos son variados, la avena se vende en 5000 pesos, azúcar en 3000 pesos, la harina tiene un costo de 3500, los refrescos en 4000 y la sal en 1500 pesos. Taxistas y vecinos acuden con regularidad a su punto informal para adquirir algunos de los productos que siempre ofrece al mismo costo.

Ante la proliferación de este tipo de mercado improvisado las autoridades se mantienen al margen, de cierta manera se manifiesta un convenio entre las partes, todos entienden que, de alguna forma, los venezolanos que siguen en el país tienen que “rebuscarse” para paliar el hambre y otras necesidades.   

La frontera colombo-venezolana y las poblaciones aledañas se convirtieron en una ventana de oportunidades, un escape a la crisis para las familias, a su vez, una degeneración en el orden del mercado formal, pero actualmente, representa la única forma en que miles de personas pueden adquirir productos de la cesta básica sin necesidad de empeñar la vida.

Redacción Rafael Urdaneta Rojas NTN24 Táchira 

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