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Jueves, 19 de septiembre de 2024
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CELAC 11 años de silencio sobre violaciones a derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela: por Arturo McFields

Lea aquí la columna de opinión de Arturo McFields, exembajador de Nicaragua ante la OEA y miembro del Cuerpo de Paz de Noruega.

Los Ministros de Relaciones Exteriores de 32 países de América Latina y el Caribe se reunirán en Argentina con sus pares de la Unión Europea este jueves. Temas como cooperación, recuperación postpandemia y la guerra en Ucrania parecen estar en el orden del día, pero la pregunta es: ¿Abordarán el encarcelamiento de niños en Cuba? ¿La tortura en Venezuela? ¿El arresto brutal de sacerdotes en Nicaragua?... eso está por verse.

Desde su nacimiento en diciembre de 2011 la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), nació bajo la tenebrosa sombra ideológica de Fidel Castro y el impulso financiero de los petrodólares de Hugo Chávez. En el discurso inaugural, el venezolano dedicó la nueva organización hemisférica, sin Canadá y Estados Unidos, a su héroe y mentor personal de la Habana, el principal promotor de lo que llamó “La causa humana de las Américas”.  “Desde aquí saludamos a Fidel, ese es otro gran campeón de la integración, de la liberación de nuestros pueblos, de la dignidad y de la grandeza de los pueblos de América Latina y del Caribe y de la causa humana”.

Un proyecto fallido. La CELAC, al igual que la moneda SUCRE, la alianza Petrocaribe, los megaproyectos de gasoductos y otros dislates de Chávez, se fue disipando en la llanura en la medida en que Venezuela desbarataba su infraestructura petrolera, se quedaba en bancarrota y condenaba a la migración forzada a más de 7 millones de sus ciudadanos.  

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Entre 2017 y 2021 la CELAC parecía agonizar y quedar sepultada en el imaginario colectivo de la izquierda radical. Su plan por desbancar a la Organización de Estados Americanos (OEA) como el principal foro político hemisférico parecía haber fracasado. Durante 4 años la CELAC se quedó sin presupuesto, sin agenda y sin liderazgo y no fue hasta en el año 2021 cuando el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, decidió que era tiempo de resucitar a Lázaro, reagrupar a la región y relanzar este proyecto cuyo objetivo principal fue y seguirá siguiendo promover la integración sin integridad y abrir espacios políticos y económicos a las 3 dictaduras bananeras de la región, con 15 y 60 años enquistadas en el poder.

Aunque la CELAC se define a sí misma como: “la voz central la región en temas de consenso” y el “único interlocutor que puede promover y proyectar América Latina y el Caribe en la discusión de los grandes temas globales”, su ambicioso planteamiento no se ha concretado. Más allá de las agendas personales e ideológicas de sus líderes, la CELAC no ha logrado avanzar en cosas esenciales como una sede permanente, un presupuesto anual estable, metas y objetivos claros, etcétera. Al margen de estas falencias evidentes, la organización ha impulsado algunos esfuerzos esporádicos en temas de cooperación en salud, cambio climático y educación. Nada más. Tienen más cumbres que los Andes y menos éxito que el Presidente de Perú para elegir a su Gabinete.

Por otro lado, la CELAC nos ha quedado debiendo un planteamiento firme en temas de democracia, derechos humanos y crímenes de lesa humanidad como los que se cometen todos los días en Venezuela, Cuba y Nicaragua. La situación de hambre y violencia que sufren estos tres países ha generado una verdadera hemorragia migratoria que se extiende de norte a sur en toda la región.

Mientras la CELAC siga siendo una versión apócrifa del Foro de Sao Paulo, empoderando dictadores y viendo a otro lado en materia de derechos humanos, dicha organización seguirá fallándole a los más de 600 millones de ciudadanos de la región, porque no puede haber paz, prosperidad y seguridad sin que antes exista democracia, institucionalidad y un irrestricto respeto a los derechos humanos. Allí está el verdadero desafío.

Redacción ntn24.1eye.us

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